Te encontré escondido en el cajón de la mesita de noche, estabas revuelto entre un par de monedas viejas, mariposas de papel celofán que alguna vez fueron el envoltorio de algunos dulces clandestinos y uno que otro cable telefónico retorcido, tus ojos brillaban, tu forma algo difusa era fácil de confundir con algún pequeño fantasma pasajero, pero eras tú, lo sabía por el olor que desprendías cuando estabas asustado. Prendí la luz.
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