Las últimas gotas de agua resbalaban por sus cabellos húmedos, iban a parar sobre la alfombra que las absorbía como una bestia sedienta, una bestia llena de pasos que jamás coinciden en el mismo punto, las partículas de polvo se ahogaban con el agua que olía a menta. Alberta no notaba el espectáculo bajo sus piernas sólo miraba a través de la ventana sentada sobre una silla de madera roja con estelas nebulosas, con las pestañas queriendo convertirse en libélulas que volaran lejos, así ella miraba, miraba ella lejos absorta en un estado catatónico y silente embargando sus sentidos.
Los días le rosaban los brazos y el sol giraba y giraba por las mañanas sin que ella abriera la boca, ni siquiera los suspiros escapaban de sus pulmones. La habitación era pequeña y simple como un instante olvidado y recordado al mismo tiempo, estaba la alfombra azul crepúsculo tendida en el suelo sobre el piso de madera noble que crujía de pronto para ver si alguien le escuchaba, la puerta que daba al cuarto continuo siempre estaba cerrada solo era abierta cuando Alberta se disponía a dar un baño de hiervas y flores, las paredes también eran de madera y habían pequeños agujeros naturales por los cuales se colaba la luz de vez en cuando formando círculos que con el pasar de los días nadaban tal cual peces luminosos en torno a la habitación, los muebles eran solo dos, la silla roja en la cual siempre Alberta estaba sentada y un pequeño ataúd escarlata sellado sobre el cual habían frascos de perfumes y un cenicero con forma de concha que jamás fue usado.
Los días le rosaban los brazos y el sol giraba y giraba por las mañanas sin que ella abriera la boca, ni siquiera los suspiros escapaban de sus pulmones. La habitación era pequeña y simple como un instante olvidado y recordado al mismo tiempo, estaba la alfombra azul crepúsculo tendida en el suelo sobre el piso de madera noble que crujía de pronto para ver si alguien le escuchaba, la puerta que daba al cuarto continuo siempre estaba cerrada solo era abierta cuando Alberta se disponía a dar un baño de hiervas y flores, las paredes también eran de madera y habían pequeños agujeros naturales por los cuales se colaba la luz de vez en cuando formando círculos que con el pasar de los días nadaban tal cual peces luminosos en torno a la habitación, los muebles eran solo dos, la silla roja en la cual siempre Alberta estaba sentada y un pequeño ataúd escarlata sellado sobre el cual habían frascos de perfumes y un cenicero con forma de concha que jamás fue usado.
Calificativo ando y te dejo un abrazo.
uh, tiempo sin pasar por acá, tan colorido y lindo está, igual que antes pero con más letritas y colores vivitos :)
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