
Un hombre caminaba a orillas de un risco esta tarde, llevaba en el hombro colgando una chaqueta marrón y un reloj dorado en su muñeca que reflejaba al ardiente sol conminatorio. Dorado el sol, dorado el reloj parecían solo uno, y de su mano enganchaba una flor amarilla de pétalos gastados, miré a aquel hombre por una eternidad que quizás no fueron más de 10 segundos, miré sus cabellos ocultos bajo un sombrero estreñido, mire su rostro lejano que solo parecía un manto color carne con rasgos ilegibles. El estaba allí caminando sin rumbo observando aquella playa intocable sumergida en rocas puntiagudas, decidí acercarme un poco para sacarle alguna foto, la imagen era muy sutil y la flor amarilla le proporcionaba aquel toque de melancolía, camine despacio para no levantar sospechas trataba de ocultarme detrás de las rocas y pronto estuve los suficientemente cerca como para obtener una buena toma, prepare la cámara y disparé la primera foto, solo tres segundos más tarde de sus ojos pude rescatar la ilusión ahogada de un amor no correspondido, que triste me sentí, me sentí en su reflejo una sombra transparente y de mi pecho sentí que salían espinas y de las espinas salían rosas y de las rosas salían colibríes y cuando estos empezaron a volar en círculos todo era hermoso y no existía dolor alguno que amenazara, entonces respire con los ojos cerrados muy tranquila y volví a mirar al hombre que hace unos instantes estaba a orillas del risco pero ya no estaba, había desaparecido, supuse lo peor, se había tirado en algún acto desesperado de dolor y cólera, corrí fugaz para ver que sucedía, llegue a la cima y al mirar hacia abajo no había nada, ni cuerpo, ni miedo, ni espectro.
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