La Chica de las horas borradas

Se peinaba frente al espejo con calma, como si nada en el mundo esperase a que terminara de hacerlo, y era cierto, nada en el mundo esperaba a que terminara de hacerlo.

El reloj imaginario en su muñeca marcaba las 9 y cuarto mientras un viento fresco de primavera se metia por la ventana e inmiscuia su voz de pájaro floral entre sus cabellos coloridos.

La lampara a su espalda parecio encenderse de pronto sin que nadie hubiese presionado el interruptor y recordaba un sueño perturbador en donde un perro café explotaba y desaparecía sin dejar rastros...

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