Caminaba al compás de la marea que a su derecha se mecía pausadamente, el rocío marino soplaba sus mejillas; tragó saliva y llevando sus ásperas manos cuadradas a los bolsillos de su pantalón detuvo abruptamente su caminar. Pensaba en tantas cosas, oía voces que flotaban por el aire e iban a parar bajo la sombra de su cuerpo, una sombra larga y rígida que por momentos le perturbaba, recordaba aquellos paseos, aquellas luces titilantes de semáforos invisibles, especialmente diseñados para personajes invisibles como él. Se detuvo y ya no podía recordar donde iba.
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