No señor dios no admitiré que soñé con usted, no lo admitiré pero dentro del sueño descubrí que no existía pero aun así quiero creer en usted, este es un poema que tenía guardado desde hace tres años cuando yo tenía como 67.
Hoy es domingo mañana es jueves
olores que se mezclan con dióxido de carbono
materialismo impuro
me iré junto al mar, junto al océano
bailaremos por la noche al son de las olas salinas
junto al mar haré el amor
con el mar haré el amor
y mi candor se esconderá tras paredes de papel ilusa
ya no te espero nunca más, me voy junto al mar
pero siempre en las rocas.
Bueno la idea principal de este poema venia de una historia que hablaba de una muchacha de unos 24 años que anteriormente fue hombre pero se sometió a una cirugía y cambio su sexo, se enamoró de un chico, el más bello y este a su vez se enamoró de ella, todo iba bien, el le presento a sus padres ella a su tía abuela ciega y sorda, caminaban por la orilla de la playa tomados de la mano sin zapatos y jugaban a perseguir las olas, fue un día domingo, y como siempre fabricaban barquitos de papel y los ponían a flotar, ella hizo uno rosado con ventanitas y hasta personas dentro, el hizo un velero plateado con puertas y cada uno se subió a su propia embarcación, se lanzaban besos y los besos bailaban junto a las olas, que felices eran, que sutiles se sentían, danzando al compas del viento las olas y las gaviotas, todo iba perfecto, el clima era hermoso el amor que se engendraba se veía bien, llegó el atardecer y un arrebol perfecto les enmudeció la boca y los ojos se les pintaron de asombro y todos saben lo que paso después, pues el chico se enamoró una tarde de la tía abuela de la chica, se enamoraron fulminantemente porque la tía abuela le revelo al chico a través de un sueño lucido que la muchacha había sido chico con anterioridad, y la tía abuela tuvo dos hijos a uno le pusieron Marioneta Frades y al otro Diego Soto en fin bueno a todo esto la tía abuela era picara entonces engaño al muchacho muchas veces con don José Alfredo Fuentes y se dudaba si Diego Soto era realmente hijo del chico o de José Alfredo Fuentes, el chico lloraba siempre pero se secaba las lágrimas espumosas con diarios...
De la muchacha de 24 no se supo nada se dice que le entrego un poema a una mujer que murmuraba rancheras en la trescientos 24 y esta a su ves le murmuró el poema a un gato albino por allá en un puerto de pescados fritos y el gato llego a mis oídos un domingo 24 de septiembre de 1987 cuando yo tenía 1 años e incluso menos.
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