Fue la tarde más violeta de la semana pasada, los árboles movían sus raíces debajo de la tierra intentado flotar nuevamente, cada rama y cada hoja desprendía un aroma sublime que se ataba mudo en las narices de las personas que distraídas caminaban por la angosta calle que llevaba hasta la casa de Lady Melina, la mujer de los lentes azules y de la boca rosada; aquella calle se encontraba bañada por un sol apelmazado que se sacudía de vez en cuando para no perecer bajo el anonimato de tantos seres ocultos bajo las piedras; estaban los árboles violetas que expelían el aroma mudo y regaban por el suelo su color con decenas de flores con forma de vestidos tubulares que de vez en cuando salían por el aire en búsqueda de destinos misteriosos.Ya era época de vientos fugaces y de polvo en los muebles, hacia más de un año que Lady Melina no recibía visitas. Su casa que vista desde afuera parecía un punto sumergido en silencios rítmicos dentro de una partitura de papel moribundo, por dentro se convertía en un artilugio misterioso que pocos tenían la oportunidad de conocer…,
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